Reducir el sobrepeso y la obesidad es uno de los desafíos de salud pública más grandes que tenemos en México. Los resultados de la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición (Ensanut) 2020, publicados el pasado 11 de junio, dan una idea de la prevalencia actual del sobrepeso y obesidad tanto en niños/niñas como en adolescentes y adultos. Tristemente, las cifras son alarmantes, debido a que una proporción considerable de la población mexicana presenta un exceso de grasa corporal. El sobrepeso y la obesidad nunca habían llegado a niveles tan altos. En esta nota explicaremos cómo se “construyó” este ambiente obesogénico en nuestro país y resaltaremos algunos resultados importantes de la Ensanut 2020, identificando el tamaño de nuestro reto. Por último, proporcionaremos algunos consejos que todos podemos realizar para reducir este gran problema de salud.
Hace aproximadamente sesenta años, el principal problema de salud relacionado con la nutrición en México era la desnutrición. No obstante, nuestro país se caracteriza por haber tenido uno de los incrementos más rápidos a nivel mundial en prevalencia de sobrepeso y obesidad, así como de las enfermedades asociadas (diabetes mellitus tipo 2, hipertensión arterial, problemas cardiovasculares, dislipidemias, entre otras).
¿Cómo pasamos de la desnutrición a la obesidad en tan poco tiempo?
Varios estudios mencionan que es el resultado de nuestro proceso de desarrollo y cambios socioculturales, asociados en gran medida a nuestra incorporación a la comunidad económica internacional. Particularmente, los cambios demográficos y la creciente urbanización han aislado a una gran parte de la población de la producción alimentaria y han desestructurado la organización familiar, sometiéndola a un ritmo de vida más acelerado. Adicionalmente, impulsados por el Tratado de Libre Comercio de América del Norte, se incorporaron en México una gran variedad de alimentos ultraprocesados de otros países; en consecuencia, adoptamos estilos de vida poco saludables. Aunado a lo anterior, los reducidos espacios de vivienda y limitados lugares donde se pueda practicar un deporte, además del ambiente de inseguridad que existe en muchas partes del país, causaron la disminución del ejercicio físico. La suma de todos estos factores creó poco a poco un ambiente obesogénico, el cual se caracteriza hoy en día por un elevado consumo de alimentos de alta densidad calórica y bajo valor nutricional, así como por una vida sedentaria.
De acuerdo con los resultados de la Ensanut 2020, el 38% de las niñas/niños entre 5 y 11 años tienen problemas de sobrepeso (19.6%) u obesidad (18.6%), representando un alza de cinco puntos porcentuales desde 2012. Dicha prevalencia es mayor en zonas urbanas (39%) que en zonas rurales (34%). En adolescentes, la situación es todavía más preocupante, debido a que el 44% de los jóvenes entre 12 y 19 años muestran sobrepeso u obesidad, lo que representa, aproximadamente, un aumento significativo del 14% respecto a los resultados de la ENSANUT obtenidos en 2018-2019. Nuevamente, las cifras fueron más altas en localidades urbanas (45%) que en rurales (39%). Acerca de la situación en la población adulta, el 74% (es decir siete adultos de diez) padece sobrepeso u obesidad, y existe una diferencia de cuatro puntos porcentuales entre mujeres (76%) y hombres (72%); esta disparidad entre géneros es todavía más marcada si se considera únicamente la obesidad (40 y 31% en mujeres y hombres, respectivamente).
Los resultados de la Ensanut 2020 dan escalofríos y deberían hacernos reflexionar sobre cuáles serán las implicaciones a mediano plazo para la salud, el bienestar social y la economía. Es cierto que dicha encuesta fue realizada en un contexto particular debido a la emergencia sanitaria por la pandemia de covid-19. El confinamiento y el ambiente ansiógeno, la educación a distancia, la pérdida de empleos y la propia enfermedad afectaron nuestra alimentación y actividad física. No obstante, es preocupante saber que únicamente tres de cada diez niñas/niños comen verduras y leguminosas, mientras que nueve de cada diez consumen bebidas azucaradas. Estas cifras se replican en adolescentes.
En cuanto a adultos, una mayor proporción parece consumir alimentos recomendables cotidianamente (carnes no procesadas, 65%; frutas y verduras, 50%; lácteos: 43%) que alimentos no-recomendables (bebidas azucaradas, 87%; cereales dulces, 36%; botanas, dulces y postres, 30%). A nivel de la actividad física, se identificó que solamente el 32% de la población mayor de 10 años realiza ejercicio físico o practica algún deporte. De esa fracción, los adolescentes de 10 a 14 años evidenciaron haber disminuido su actividad física en un 69% durante el confinamiento y aumentado el tiempo que pasan sentados o reclinados en 41%. Estas cifras para adolescentes de 15 a 19 años alcanzaron, respectivamente, 60 y 35%. Por último, el 62% de los adultos mayores de 20 años manifestaron haber disminuido su actividad física, pasando en promedio 30% más tiempo sentados o reclinados.
Ante este panorama, se requieren implementar grandes estrategias en los tres niveles de gobierno, reforzando y estableciendo nuevas leyes para regular a la industria alimentaria y controlar la venta de productos ultraprocesados. Es esencial realizar campañas que fomentan hábitos alimentarios y prácticas de vida saludables, así como incrementar el número de espacios públicos para la realización de actividad física.
A nivel individual y familiar, podemos realizar cambios inmediatos que generarán un gran impacto en nuestra salud. Todos sabemos que tenemos que disminuir nuestro consumo de bebidas azucaradas, alimentos altos en grasas, harinas refinadas, azúcares y sal. ¿Cómo realizar esos cambios cuando los hábitos no saludables están muy afianzados en una persona o familia? Se pueden establecer estrategias, las cuales consisten en:
1. Valoración: realiza una lista de alimentos no saludables que consumas con regularidad y busca opciones saludables para sustituirlos. Por ejemplo, prepara un agua natural (limón, jamaica o pepino) y endúlzala con una cucharadita de azúcar o de edulcorante no calórico en vez de consumir una bebida azucarada ultraprocesada. Puedes también reemplazar un postre dulce por una fruta y las tortillas de harina por tortillas de maíz, entre otras cosas.
2. Planeación: elabora un menú semanal saludable que incluya todos los grupos de alimentos e incrementa tu consumo de verduras. Organiza tus tiempos para realizar las compras, la preparación de los alimentos, la limpieza y, sobre todo, planea tus horarios de comida.
3. Participación: todos en casa deben de involucrarse, desde los más pequeños hasta los más grandes. Puedes realizar algunas actividades que favorezcan la organización, tales como preparar la comida un día antes, desinfectar las verduras en la mañana para cocinarlas por la tarde, entre otras.
4. Activación: establece un hábito de ejercicio diariamente, iniciando con una rutina ligera y, gradualmente, incrementa la intensidad. Recuerda hacer pausas en el día; es decir actívate de tres a cinco minutos cada 40.
Como se apreció en los resultados de la Ensanut 2020, el sobrepeso y la obesidad incrementan en cada etapa de la vida. Si se establecen hábitos saludables desde la infancia, se impactará de manera positiva a los futuros adolescentes y adultos. Los cambios en casa deben de iniciarse inmediatamente y en todas las edades.
¡Siempre es mejor prevenir que curar!