NUEVA YORK (HealthDay News).— Los niños expuestos al tráfico y otros ruidos en sus vecindarios tendrían un riesgo más alto de ansiedad, mientras que la contaminación atmosférica aumentaría la amenaza de otros problemas de salud mental.
“La exposición a la contaminación acústica en la infancia y adolescencia podría aumentar la ansiedad al incrementar el estrés y alterar el sueño”, dice el equipo dirigido por Joanne Newbury, de la Facultad de Medicina de Bristol, Reino Unido.
Los hallazgos se publican en la revista “JAMA Network Open”.
En el estudio, el grupo de Newbury observó los datos del Estudio Longitudinal de Padres e Hijos de Avon, que rastreó la salud de los niños nacidos en Inglaterra entre 1991 y 1993. Un total de 9,065 proporcionaron datos sobre su salud mental en la edad adulta. Uno de cada cinco admitió algún antecedente de psicosis, el 11.4% depresión y el 9.7% ansiedad.
Los investigadores señalan que los niños que estuvieron expuestos a la contaminación acústica en sus vecindarios durante la niñez y/o la adolescencia tenían unas probabilidades de ansiedad un 20 por ciento más altas a medida que crecían.
La contaminación del aire en el vecindario también fue un factor de riesgo para problemas de salud mental: los niños expuestos a niveles relativamente altos de partículas (trozos de contaminación que ingresan a los pulmones) cuando todavía estaban en el útero materno tenían un 11 por ciento más probabilidades de psicosis, en comparación con los que no tenían tales exposiciones, y un 10 por ciento más de riesgo de depresión.
Los investigadores enfatizan que los datos no pudieron probar que el ruido o la contaminación atmosférica contribuyan a causar trastornos mentales, solo que hay una asociación.
Aun así, podría haber razones sólidas detrás del efecto del ruido en la mente en desarrollo. Además de reducir el sueño que tanto necesitan los niños, el ruido del vecindario “también podría afectar a la cognición (de un niño), lo que podría aumentar la ansiedad al afectar la concentración durante los años escolares”, considera el grupo de Newbury.
En cuanto a la contaminación del aire, las toxinas que respiran las madres durante el embarazo podrían afectar al “extenso desarrollo cerebral” que está ocurriendo en el feto y en la infancia, señala el equipo.
“La exposición a la contaminación atmosférica también podría conducir a un crecimiento fetal restringido y a un parto prematuro, que son factores de riesgo de psicopatología”.
Si el ruido y la contaminación atmosférica fetal e infantil tienen un impacto en las trayectorias de salud mental, entonces minimizar esas toxinas podría tener un impacto “potencialmente enorme”, anotan los investigadores.
Mientras tanto, “ahora hay una necesidad apremiante de más investigación longitudinal” sobre estas conexiones, admiten.
Fuente: Diario de Yucatán