Parque de Las Américas, en Mérida, refugio de recuerdos

De este espacio salió toda una generación de profesionistas, recuerda don Pedro

Justo detrás de la Biblioteca José Martí está la figura de un Chac mool que desde hace años se rajó. En esa ranura delgada, El Pajarito, un personaje del parque de Las Américas, metía lo que robaba. Don Pedro lo recuerda perfectamente. 

“Conocimos a un joven que le decían El Pajarito, tenía el mal hábito de robar, pero parecía Chucho el roto porque nos ayudaba a comprar libros, invitaba los refrescos, nos ayudaba”. 

Con el tiempo don Pedro descubrió que El Pajarito escondía sus hurtos en el Chac mool, ahora guarda más de una decena de recuerdos en él y cada que visita el parque se sienta en una banca a enlistarlos. 

Pedro Briceño tiene 65 años y prácticamente todos ellos asistiendo al Parque de Las Américas. Recuerda que una de las primeras veces que lo visitó fue de la mano de su hermana Lupe, lo llevaba a jugar fútbol en la arena.

También viene a su memoria recorrer con sus dedos la reja multicolor del kinder Felipe Carrillo Puerto que está dentro del parque. De niño jugaba con las figuras esféricas de la reja como si se tratara de un ábaco y de adulto llevaba a su cuñada a este mismo kinder. La memoria sonora del parque también está, recuerda el sonido de la fuente que siempre estaba encendida y el eco propio de la concha acústica.

“Jugábamos a sumar y restar con la reja, eso nos ayudó mucho. Actualmente los niños tienen computadoras, pero en esa época llevábamos ábaco a la escuela para que nos enseñaran matemáticas”. 

Las columnas del parque nombran países latinoamericanos, años atrás, en fechas especiales el gobierno colocaba las respectivas banderas de cada país en la cúspide. 

Durante la preparatoria, don Pedro y otros vecinos se dieron cuenta de que en el parque estudiaban varios jóvenes universitarios y se unieron al grupo, formando una especie de grupo de asesorías. “Era un grupo grande de estudiantes que venían al parque por el alumbrado, era perfecto el alumbrado, podías estudiar sin ningún problema y a cualquier hora”. 

Leyes, medicina, matemáticas, de todas las carreras. Los universitarios estudiaban hasta altas horas de la noche, incluso de ahí iban a su escuela a presentar su exámen, estudiaban toda la noche y a las cinco de la mañana tomaban el primer camión hacia su prepa.

“Inclusive, aquí sesionaba la Federación Estudiantil Universitaria porque era un lugar de esparcimiento y se comunicaban con todos los alumnos”, dice mientras se limpia los lentes ahumados por la humedad.

Con tanto estudio, da hambre, pero estaba un carrito de perros calientes de Don Boni: “tomabas una coca y tu perro caliente y seguías”. Al final, del parque salió toda una generación de profesionistas, creando lazos de amistad entrañables. 

Comparando con nostalgia sus recuerdos, reconoce que el ambiente del parque ha cambiado, comenzando por el alumbrado. “La luz de ahora es como nebulosa, no es como antes, el alumbrado no da para estudiar por las noches”. 

El parque ha cambiado, su vocación es en gran por ciento al comercio, sin embargo, don Pedro externa el deseo de que las futuras generaciones sepan cuidar los cuatro cuadrantes.

Don Pedro se pone de pie para abandonar una vez más su banca favorita del parque. 

“Mi generación  fue afortunada de contar con este parque para desarrollarse sanamente”.

La Jornada Maya