Un invierno a pleno sol en Mérida, Yucatán

Los amantes del invierno creen que lo son porque prefieren el frío, pero eso es porque no han pasado un diciembre en Mérida. Desprenderte de tu chaqueta en estas fechas al salir del aeropuerto de la capital yucateca es tan chocante como agradable

En esos momentos previos a conocer la ciudad, de ignorancia ante lo que nos espera, creemos que el buen clima es ya razón suficiente para gozar de las vacaciones adecuadas, pero ‘adecuado’ es un término que a Mérida le queda lejano, no porque no llegue a ese nivel, sino porque lo supera con creces

Son necesarios alrededor de cuatro días para empaparte ligeramente de una gastronomía que rompe con todo lo que creíamos haber probado como comida mexicana, pero también para descubrir sus rincones más artísticos, impregnarte de enclaves naturales de ensueño y conocer a unos habitantes tan cercanos, generosos y atentos que te harán sentir en casa. 

Pst, pst. Aquí va una recomendación extra: a una hora en coche de Mérida, te espera una joya natural que, no solo te dejará sin aliento, sino en la que también podrás bañarte. Sigue leyendo. 

No nos cabe duda de que Mérida gozará de una amplia variedad de buenos hoteles, pero aquí estamos por las sugerencias personales, al menos las que proceden de buenas experiencias, y el Hotel Santa Ana, desde luego, es una de ellas. Para empezar, su ubicación, en el número 503 de la calle 45, ya es perfecta, literalmente al lado del Parque de Santa Ana y a menos de cinco minutos del popular Paseo de Montejo

El hotel nace en la que fue la casa colonial del histórico gobernador, escritor, abogado, crítico y periodista mexicano Santiago Burgos Brito. Ese adjetivo colonial es el que se contagia en una decoración que no te dejará guardar la cámara ni un momento. Entrarás por la puerta y ¡pum! El primer flechazo (pero no último) se habrá producido antes de soltar las maletas

Personalmente, mi espacio preferido fue el de la cafetería, uno de esos escenarios tan encantadores que te sientes incapaz de abandonarlo durante horas. Mobiliario en madera, un inmenso mural de espejos a modo de mosaico detrás de la barra, arcos decorados con vidrieras… Todo en diferentes tonalidades verdes que encajan con la vegetación colindante.

 Sí, porque tras las columnas de este salón, puedes ver y tocar una muy abundante vegetación que completa esa estampa digna de protagonizar un fondo de pantalla y parece esconder el tesoro del hotel. Solo te hará falta seguir el camino de baldosas, como si del Mago de Oz se tratase, para descubrir que esa frondosa porción de bosque guarda a buen recaudo la piscina. Este oasis en forma de pequeño paraíso será lo que termine de enamorarte. 

Cualquiera de sus 18 habitaciones será perfecta para instalarte, aunque debes saber que seis de ellas cuentan con más privilegios por ser Deluxe. Pero dejando a un lado lo obvio de un alojamiento, puedo decir (o escribir) sin atisbar la menor duda, que lo mejor del Hotel Santa Ana es el trato a sus huéspedes

No importa quién esté esperándote en la recepción, todos los integrantes del equipo van a hacer lo que esté en sus manos para que estés lo más cómodo posible. Lo mejor es poder disfrutar de un trato cercano, amable y familiar: muestran interés en tu estancia, conversan contigo, te hacen recomendaciones sobre la ciudad… Una cosa es segura, una vez tengas que abandonar el hotel, será triste despedirte de ellos. 

DÓNDE DESAYUNAR 

Y ahora, vamos al grano. A lo que más nos gusta hacer cuando viajamos: comer. Si además tenemos en cuenta que estamos hablando de comida mexicana, todo cambia. Esta cocina mantiene su popularidad desde hace mucho tiempo, pero una vez allí, te das cuenta de que todo lo que ya habías probado no tiene nada que ver con lo que estás a punto de experimentar en el país

La cocina mexicana es mucho más que picante, ese eterno adjetivo que solemos utilizar para su descripción. Pero antes de empezar con los famosos tacos, lo haremos por la comida más importante del día, y desde luego, la favorita de muchos. ¿Dónde desayunamos? 

Primera parada: Estación 72. En Mérida hay dos, nosotros fuimos al de la Avenida Colón. Desde el hotel, son 15 minutos andando, pero todo el tiempo empleado en llegar merece la pena para darte un homenaje, de esos que te preparan para un auténtico día de turismo. 

Estación 72 es una de esas cafeterías dignas de Instagram. Coqueta, contemporánea, de las que invitan a tomar más de un café, si podéis, porque sus cafés recuerdan en tamaño a los de las famosas tazas de ‘Friends’, perfectos para la energía necesaria. Y, aunque te encontrarás salivando antes de lo esperado en cuanto empieces a leer el menú, aquí va una opción sin fallo: los chilaquiles

Este plato típico mexicano se basa en tortillas cortadas de manera triangular, imitando a los nachos, con salsa de chile roja o verde, a la que puedes añadir huevo o pollo. Aquí, no importa el color que elijas, ambas recetas te conquistarán hasta tal punto que te preguntarás por qué no has desayunado chilaquiles antes. Lo peor de todo: saber que no podrás hacerlo cuando vuelvas. 

Segunda parada: Pan & Køf.feé. A tan solo 4 minutos del hotel, en esta cafetería tienes una importante misión: conseguir la única mesa del patio. ¿Por qué? Decoración de bambú, suelo de piedras y vegetación salvaje. Desayunar ahí no solo es una dosis extra de calma mañanera, sino sentirte en plena selva. 

Con este menú estaremos más familiarizados. Aquí jugamos con tostadas de aguacate, huevos benedictinos, quiche… ¡Incluso pizza! Sus sándwiches son una auténtica delicia: de hummus, aguacate, pavo, albahaca, mozzarella… Y sus dulces te mantendrán pegado a la vitrina durante un buen rato. Aviso: es tarea difícil no meterte en el papel de una influencer porque querrás fotografiarlo todo. 

DÓNDE COMER 

Aquí vamos a ser directos. No te puedes ir de Mérida sin parar en Ramiro Cocina. No es una recomendación, es prácticamente una obligación. Es un restaurante de cocina mexicana creativa, de tradición familiar, con cocina a la vista y una pequeña terraza al fondo en la que podrás comer en la calma absoluta a la sombra de los árboles. 

Realmente, todo lo que pidas aquí es buena idea, pero el menú degustación es una seria sugerencia. Cuatro platos y un postre componen lo que es una entrada directa al paraíso culinario. Cada uno de ellos te será explicado cuidadosamente por el equipo, pero entre ellos encontrarás todo lo que puedes esperar de una cocina contemporánea. 

Tortillas con diferentes texturas de queso, un mole verde al que todos los buenos adjetivos se le quedan cortos, la receta familiar de mole o, mi preferido, el minguiche, una sopa típica de la cocina de Michoacán, con tomate, verduras y queso en su interior que se va derritiendo con el calor a medida que remueves el plato. Podríamos emplear todas las palabras del diccionario pero el resultado del menú sería el mismo: inexplicable.

De lo más innovador, nos vamos ahora a lo más tradicional, otra parada obligatoria si pasas por Mérida. La Negrita Cantina es uno de esos lugares que hace que verdaderamente te sientas en México. Lo que en la fachada parece tranquilo, se convierte en una auténtica fiesta en el interior: muchas mesas, una gran terraza y una explosión de color. 

Auténtica cocina mexicana y yucateca entre la que escogimos pedir las enchiladas de mole y los tacos surtidos: carne asada, huevo con chaya, huevo con longaniza de Valladolid… Los tacos de cochinita pibil son verdaderamente difíciles de olvidar (nosotros repetimos dos días seguidos). Pero lo que realmente te conquista en La Negrita es su ambiente, especialmente, su música en directo que te hará levantarte a bailar más de una vez

La última recomendación, y no por ello menos importante, es la de La Exquina. Aviso importante: procura llegar con el estómago vacío, porque necesitarás espacio para lo que se viene. Este restaurante es uno de esos que te hacen sentir orgulloso de tus vacaciones, en los que sabes con certeza que has cogido dos kilos durante la comida y estás feliz de ello.

El queso fundido es un acierto seguro. Si quieres tirar la casa por la ventana como hicimos nosotros, el que va acompañado de chorizo es indispensable. Y en cuanto a los tacos (sí, otra vez, porque cuando vas a México, lo único que quieres comer son tacos), el de bistec es una muy buena opción, pero el de chuleta es, sin duda, el mejor. Ojo con pasarte pidiendo, aunque se supone que los tacos vienen de dos en dos, los sirven con doble tortilla que, en resumidas cuentas, se convierten en cuatro. 

Aquí va un extra: para tomar unos cócteles por la noche en pleno Paseo de Montejo, Casa Chica. Una terraza iluminada encantadora y música en directo, perfecto para un picoteo con buen ambiente. Puedes probarlos en cualquier lugar, pero fue aquí donde nos topamos con el reto del viaje: comer chapulines. Te recordarán a los grillos, es impactante comerlos cuando estamos tan poco acostumbrados en nuestra gastronomía, pero están deliciosos. 

QUÉ VER

Un paseo por Mérida sin rumbo ya te parecerá encantador. Una ciudad en la que no hay lugar para los edificios altos y cuyas casas están pintadas en una viva paleta de colores, es una arquitectura totalmente diferente a la que estamos habituados aquí, sobre todo, si vivimos en lugares como Madrid o Barcelona. 

Allí, tendrás que hacer parada en sus lugares más populares, como el Paseo de Montejo, la Catedral de Mérida (la más antigua de México), Plaza Grande o el Museo Casa Montejo. Pero no solo de monumentos vive la capital yucateca en lo que a turismo se refiere. 

La Calle 60 fue el recorrido que más veces repetimos. Conecta el hotel, desde el parque de Santa Ana, con la plaza principal, Plaza Grande. Por el camino, podrás encontrar un gran número de pequeñas tiendas de artesanía y souvenirs, de las que probablemente quieras llevarte todo el catálogo. 

Pero además, recorriendo esta calle, te toparás con el famoso parque de Santa Lucía, con la Universidad Autónoma de Yucatán, y con la Rectoría El Jesús Tercer Orden, una iglesia que también te hará alzar la vista a su fachada. Cuando llegues a la calle 59, desvíate un momento para entrar en Artesanías Itzel (504-Local 4). Aquí encontrarás todo tipo de coloridas artesanías en telares, figuras y cualquier tipo de decoración (que automáticamente desearás para tu casa). 

Antes de pasar por el parque de Santa Lucía, en el número 466 hallarás la Galería Caracol Púrpura. A esta galería de arte hay que entrar por varias razones. En primer lugar, por lo obvio: diferentes salas con otra buena dosis de artesaníaconvertida en decoración y una joyería de ensueño. En segundo lugar, para sentarte en su encantador patio y saborear un café del grupo Manifesto, delicioso café de especialidad tostado en Mérida. 

LA JOYA DE LA NATURALEZA 

Este lugar no se encuentra en Mérida ciudad, pero si tienes la oportunidad de alquilar un coche, en tan solo una hora estarás en una de las joyas naturales más impactantes que vas a presenciar. Tras atravesar una carretera llena de vegetación a ambos lados que te hará sentir en otro planeta, llegarás a tu destino: Cenotes Hacienda Mucucyché

El recorrido guiado comienza con la historia de la hacienda. Te contarán las actividades de ganadería y agricultura que se realizaban allí y disfrutarás de una construcción que se encuentra casi en su estado original, cuyo registro más antiguo data del siglo XVII. Una vez terminada la ración histórica, toca ponerse los chalecos y darse un chapuzón. 

El primer impacto llega con el cenote Carlota. Semiabierto y con una profundidad de hasta 7 metros. Agua cristalina azul turquesa que no te dejará cerrar la boca durante todo el baño. Aún en remojo, tocará atravesar un túnel que desemboca en el canal, una especie de pasillo de agua cubierto de plantas en el que creerás estar en el paraíso. 

Ahora bien, nadie está preparado para el siguiente paso. El cenote Azul Maya no es algo que se pueda explicar con palabras. Es el choque más grande que tiene uno con el poder y la belleza de la naturaleza. Los antiguos mayas lo consideraban un lugar sagrado, cuando te sumerges en él, descubres por qué. Este cenote es completamente cerrado, a modo de cueva, repleto de estalactitas y estalagmitas. Merece la pena permanecer en silencio durante unos minutos… Es sencillamente abrumador.

Mérida es la joya yucateca. Mucha historia, naturaleza, artesanía, una deliciosa gastronomía, una encantadora arquitectura y unos acogedores habitantes, todo reunido en una capital que te enamorará y en la que se quedará un pedacito de tu corazón

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